En 1637 René Descartes publicaba El discurso del método y como parte de esta obra había una sección denominada Geometría. En este apartado, como supondrán por el título y podrán comprobar si le echan un vistazo a la obra, las ecuaciones matemáticas son una constante y eso conllevó algún problema a los impresores. Ya saben ustedes que en aquel tiempo, y creo que aún se hace así en algunos casos, se componían los libros colocando las letras tipográficas, con su relieve, en filas que formaban las palabras y estas las líneas y estas al final las páginas.
Debido a las ecuaciones, los impresores comenzaron a sufrir la escasez de algunas letras. Es decir, la letra a, por ejemplo, se usaba en el texto normal y además en las ecuaciones, donde se repetía continuamente, lo que provocaba que escasearan las letras a en los cajones del impresor para componer las páginas. Así, preguntaron a Descartes si era necesario usar la a, y otras similares, o si en cambio en las ecuaciones podían usar cualquier letra.
Descartes respondió que en las ecuaciones las letras no son más que símbolos y que lo mismo da usar la letra a o b que cualquier otra. Y entonces el impresor comenzó a usar las letras menos usadas en el idioma original del libro, el francés. Y ahí aparecieron las letras x, y y z como las clásicas letras para representar las incógnitas en las ecuaciones.
Como decía al comienzo, de aquella sencilla decisión de un impresor, muy lógica por otra parte, proviene el que todos los que hayamos estudiado matemáticas hayamos usado esas letras x e y como comodines e incógnitas, aunque como bien dijo Descartes, lo mismo da una letra que otra.
Visto en Curistoria.
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