La descomposición de la luz blanca, que Newton demostró mediante un prisma, se puede encontrar en la naturaleza, consiguiendo uno de los efectos que más ha apasionado al hombre a lo largo de la historia: el arcoíris. Por extensión, los siete colores en los que Newton descompuso la luz blanca son los siete colores que cuando somos pequeños nos enseñan a poner en los arcoíris que dibujamos.
La física de la descomposición de la luz blanca, es a día de hoy algo evidente, aunque en su momento supuso muchos quebraderos de cabeza a varios físicos. Según la teoría desarrollada René Descartes y depurada por Newton, cada vez que un rayo de luz atraviesa una pequeña gota de agua en suspensión en la atmósfera, este sale refractado mostrando todos los colores que componen la luz visible.
Cada uno de estos colores se corresponde con las distintas longitudes de onda de los componentes del espectro de la luz visible, que aparecen separados a su salida de la gota de agua debido a que el ángulo de refracción difiere de unas longitudes de onda a otras. Más concretamente, el ángulo de refracción de la luz amarilla (la central del espectro) es de 138º, lo que hace que un arcoíris únicamente pueda ser visto cuando nos encontramos de espaldas al Sol.
Pero centrándonos en el tema con el que comenzamos el artículo, si se trata de un espectro continuo en el que un color se va convirtiendo en otro, ¿por qué siempre hablamos de siete colores? El siete es un número con una fuerte superstición y misticismo asociado. Isaac Newton, además de establecer las bases de la física moderna, pasó gran parte de su vida estudiando la alquimia, y era un fiel creyente de la ley de los sietes, como la ley que regía el Universo.
A finales del siglo XVII, siete eran los astros celestes conocidos (Sol, Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno), siete eran los metales usados en la alquimia (oro, plata, cobre, mercurio, plomo, estaño e hierro), siete eran las notas musicales de una escala (do, re, mi, fa, sol, la, si) e incluso siete eran los días de una semana. Yendo más allá, el cristianismo era la religión más extendida en Europa y la profesada por Newton, y en su libro sagrado, la Biblia, se pueden encontrar centenares de referencias al número siete, existiendo únicamente en el Apocalipsis un total de 55.
Por esto, cuando Newton consiguió dividir la luz con un prisma, lo que se esperaba encontrar era un total de siete colores, para así cumplir la ley de los sietes, por lo que no dudó en enumerar los siete colores que comúnmente se asocian al arcoíris. Pero como años más tarde se demostraría, los colores en realidad no son un concepto físico como tal, sino un concepto biológico.
El ojo humano tiene tres tipos de receptores de color llamados conos, a los que se les puede asociar los colores primarios azul, rojo y verde, correspondiente a la longitud de onda a la que cada tipo de cono es más sensible. Por lo que, siguiendo nuestra interpretación de la luz visible, podríamos decir que el arcoíris tiene únicamente tres colores. Aún así, si lo quisiéramos complicar un poco más, podríamos introducir los colores secundarios resultantes de la combinación los colores primarios dos a dos, resultando un total de seis colores, pero en ningún caso los siete descritos por Newton.
A lo largo del último siglo han sido muchos los científicos respetables (entre los que se encuentra Isaac Asimov) que, basándose en nuevos descubrimientos científicos, rebatieron la teoría de los siete colores de Newton demostrando que el color conocido como añil no era más que una tonalidad distinta del violeta.
Fuentes y más información:
- Joined-Up Thinking (Stevyn Colgan)
- Opticks (Isaac Newton)
- Rainbow
- Theories of light, from Descartes to Newton
- Arco iris – Explicación de Descartes
- The Science of Rainbows
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