Beber líquidos casi congelados
Las bebidas casi congeladas y las comidas frías, como el gazpacho o la ensalada rusa, son realmente apetecibles durante esta época del año. Es obvio que provocan una mejor sensación térmica, pero son menos eficaces que las que se encuentran a una temperatura ambiente. El organismo humano necesita mantener una temperatura interna de 37 grados para su correcto funcionamiento. Si bebemos una gran cantidad de agua muy fría o de cualquier otro líquido, el organismo se enfrentará a una repentina bajada de temperatura y tendrá que trabajar más para recuperar los 37 grados. Una función que implica un elevado gasto de las reservas energéticas.
Por otra parte, la sensación de frescor se desvanece más rápido con las bebidas demasiado frías. Esto es porque cuanta más energía necesite gastar el organismo mayor sensación de calor tendremos después.
Bebidas calientes
Aunque las bebidas calientes pueden estimular el cuerpo a sudar y así liberar calor, si la sensación térmica ya es alta no ayudará nada y además liberarás agua con la consecuente necesidad de tener que rehidratarse más tarde. Además bebidas como el café son diuréticas y estimula la evacuación con la consecuente pérdida de agua. El mito proviene de países desérticos que toman té, pero esto pasa porque en esos sitios tradicionalmente no disponían de agua potable y por lo tanto la hervían con hojas de té.
Bebidas alcohólicas
Están totalmente desaconsejadas para combatir el calor. Aunque el tinto de verano y la cerveza sean más apetecibles que nunca para cenar porque parece que nos refrescan más que el agua, se trata de una falsa sensación y puede llegar a provocarnos un golpe de calor. El alcohol no deja de ser una sustancia excitante, pero sobre todo dilata los vasos sanguíneos de la piel.
Ducharse con agua fría
Los mecanismos de regulación de la temperatura corporal que se activan con el consumo de bebidas casi congeladas lo hacen igualmente cuando nos tomamos una ducha fría. El choque térmico del agua fría sobre nuestro cuerpo nos produce una sensación instantánea de frío, pero reactivará nuestro organismo y el gasto energético provocará que sintamos más rápido el calor tras la ducha que si la tomamos con agua templada.
Si la inmersión en agua fría se hace de forma brusca, corremos el riesgo de sufrir una súbita congestión de los órganos internos con diversos efectos negativos, especialmente para los pulmones y el corazón. Lo más recomendable es comenzar la ducha con agua caliente y tender poco a poco hacia la templada, comenzando por los pies y terminando por el cuello. La ducha alternativa de agua caliente y fría, denominada ducha escocesa, tiene grandes beneficios para la circulación sanguínea y la tonificación de la piel.
Si en lugar de la ducha nos sumergimos de pleno y de forma repentina en agua muy fría, como puede ser el caso del curso superior de los los ríos, en la alta montaña, podemos llegar a sufrir un síncope cardíaco. En el peor de los casos, estos pueden llegar a producir la muerte.
El helado
Es el recurso más utilizado cuando los termómetros suben en verano, pero eso no quiere decir que sea el más adecuado. De hecho, la Sociedad Americana de Química de Estados Unidos advierte del común error deconsumir helados creyendo que combatimos así el calor, ya que provocan justamente lo contrario: "Los helados refrescan cuando se comen, pero crean calor a medio plazo debido a sus altos niveles de proteínas".
Como apunte final diferenciar combatir el calor y refrescarse no es lo mismo.
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