El anuncio titulado “Mano“, de la agencia SCPF para BMW, es probablemente uno de los mejores y más recordados de la pasada década. Expresa perfectamente la idea de conducción placentera, tranquila, agradable, una conducción que se disfruta. Esa clase de conducción que no tenemos cada día, cuando normalmente subirse al coche significa atascos, semáforos, humos y, muchas veces, mal humor. Esa clase de conducción de la que se disfruta especialmente en carreteras con poco tráfico, donde cruzarse con otro viajero se celebra casi como un acontecimiento.
Carretera en el Valle de la Muerte, California (© Jim Dollar)
10.- La carretera de Ulan Bator, Mongolia. Mongolia es la nación independiente con menor densidad de población de toda la Tierra. Poco más de dos millones y medio de personas (un 30% de ellas nómadas) se reparten una extensión de millón y medio largo de milómetros cuadrados. En todo el país sólo hay 2.500 kilómetros de carreteras asfaltadas, y todas ellas salen o llegan a la capital del país, que concentra un tercio de la población. La segunda ciudad más grande del país, Erdenet, apenas alcanza los ochenta mil habitantes. Mongolia está formado casi en su totalidad por terrenos desérticos, estepas o zonas montañosas. Con semejantes mimbres no es de extrañar que las escasas carreteras asfaltadas no estén demasiado transitadas, ni siquiera durante los cortos veranos mongoles. En todo el país hay ciento cuarenta mil vehículos; más de la mitad de ellos están en la capital. En esas condiciones viajar por las carreteras mongolas es una aventura. Sólo las cuatro o cinco ciudades más grandes del país están conectadas a través de una carretera asfaltada. La más importante de todas, de hecho, une las fronteras china y rusa, pasando por la capital. Pero nada, o apenas nada más. No hay gasolineras, servicios ni tampoco prácticamente pueblos. Tampoco hay vehículos de tracción a motor. Sólo algunos moteros se aventuran a cruzar semejante desierto (el del Gobi, concretamente), sin más ayuda que la que puedan procurarse ellos mismos, y tratando de esquivar el ganado que frecuentemente invade la calzada. Las carreteras están tan vacías como el propio país.
Sobre estas líneas, arco a la salida de Arvaikheer, en la que según dicen, es la única carretera decente del país (© Debbiev) Debajo, la lengua de asfalto en mitad del campo. Las condiciones de la carretera no animan a grandes recorridos (© Frèdèric Journoud)
9.- La carretera del desierto, China. Al noroeste de China se encuentra el Desierto de Taklamakan, un gigantesco Sáhara de 270 mil kilómetros cuadrados de superficie (el tamaño del Reino Unido), un lugar árido, extremadamente deshabitado y cuyo subsuelo posee megatoneladas de petróleo. En 1993 comenzó la extracción del oro negro, lo que hizo necesaria una carretera que permitiera comunicar las extracciones petrolíferas con el mundo civilizado. Construir carreteras en mitad de un desierto de arena no es precisamente tarea fácil, por la fea costumbre de moverse que tienen las dunas. El asunto se resolvió instalando millones de plantas a los lados de la carretera y poniendo a un par de paisanos cada cuatro kilómetros a cuidar la línea verde que impide al desierto tragarse la carretera. En total son más de 550 km. de carretera con una única gasolinera en medio; nueve décimas partes de ella discurren por lugares únicamente habitados por los peones de la cuneta.
Arriba, vegetación en las cunetas de la carretera (© jinyongcan). Debajo, una de las casitas azules en las que viven los encargados de mantenimiento. El tiempo máximo que se les permite estar allí es de dos años (© centralasiatraveller)
8.- La Carretera Transahariana, Argelia. La red de carreteras africana nunca ha destacado ni por su extensión ni por su calidad; pero existe un proyecto en marcha, auspiciado por la ONU, para conseguir unir a la práctica totalidad de los países del continente por carretera. Uno de los ramales más antiguos es el que une Argel y Lagos, la capital de Nigeria. Más de cuatro mil kilómetros, pavimentados en más de un 85%. El sur de Argelia es una zona muy poco habitada; la provincia de Tamanghasset, por ejemplo, con su medio millón de kilómetros cuadrados, apenas llega a los doscientos mil habitantes. Esa es la zona que cruza la Transahariana, más de mil quinientos kilómetros de desierto sin instalaciones en la carretera, sólo en los pueblos cercanos a ésta. Toda la carretera está asfaltada hasta la frontera con Níger, donde comienzan los únicos 200 kilómetros de tramo sin asfaltar de todo el recorrido. La zona es tan remota que el puesto fronterizo de Níger está a más de treinta kilómetros de la frontera real.
Dos imágenes de la Transahariana a su paso por Argelia (fuente).
7.- La Carretera del desierto de Atacama, Chile. El desierto de Atacama es el más seco del mundo. El algunos puntos la media anual de precipitaciones es cero. Durante siglos. Hay zonas donde lleva sin llover desde el siglo XVI. Aunque el desierto se extiende por Bolivia, Perú y Argentina, la parte central le corresponde a Chile. Una carretera nacional, la Ruta nº 5, cruza el desierto de norte a sur, con gasolineras cada 200 kilómetros. El principal enemigo del conductor es la monotonía; cientos de kilómetros a través de interminables rectas provocan numerosos accidentes. Las cunetas de la carretera, que forma parte de la famosa Panamericana, guardan sorpresas: decenas de animitas de carretera, pequeños mausoleos en memoria de los que se dejaron la vida en la cuneta.
Arriba, imagen de la carretera en el Desierto de Atacama. Debajo, una animita de carretera en memoria, suponemos, de un conductor de camión (© histeriadeamor).
6.- La carretera del oleoducto, Alaska, Estados Unidos. El 17 de octubre de 1973 la OPEP decidió iniciar un embargo petrolífero contra EE.UU. y sus aliados por su apoyo a Israel en la guerra del Yom Kippur. Fue el inicio de la crisis del petróleo; al dispararse el precio del crudo EE.UU. comenzó a sacarle partido a los campos petrolíferos de Proudhoe Bay, en el norte de Alaska. Para transportar el petróleo extraído de allí se construyó el larguísimo oleoducto de Alaska, una tubería de metro veinte de diámetro y 1.300 kilómetros de largo que recorre todo el estado hasta Valdez, en el sur. Paralela al oleoducto está la conocida como Dalton Highway, una carretera de 666 kilómetros de longitud construida para que los camiones pudieran alcanzar la costa ártica y para el mantenimiento de la larguísima infraestructura. A lo largo de toda la extensión del asfalto sólo tres pueblos permiten un breve descanso al viajero: Coldfoot (13 habitantes, kilómetro 281), Wiseman (22 habitantes, kilómetro 302) y finalmente Deadhorse, en el kilómetro 666. Durante gran parte del camino se está a más de cien kilómetros de cualquier cosa. Pese a ello, los chicos de Google se la han recorrido entera, y fotografiado en toda su arrolladoramente enorme extensión.
Vista de la Dalton Highway en Google Maps, con el oleoducto a la derecha. Clic en la imagen para ver más grande. Debajo, una señal bastante angustiosa (aunque esté en millas por hora) (©Steve Taylor).
5.- La carretera Transamazónica, Brasil. Canadá tiene su Norte, Australia su Outback y Brasil (que es el quinto país más grande del mundo), su Amazonas. La Rodovía Transamazónica, su nombre en portugués, discurre desde la ciudad de Joao Pessoa, en la costabrasileira, hasta el pueblo de Lábrea, en las profundidades del gigantesco estado de Amazonas, a lo largo de más de cuatro mil kilómetros de asfalto, barro y jungla. Ideada en los años setenta como una carretera completamente asfaltada, los enormes costes de construcción y lo remoto de su trazado llevaron a abandonar la idea original y a construir la BR-230 (su nombre oficial) en forma de camino de tierra en casi toda su extensión. Posteriormente gran parte de ella ha sido pavimentada, y actualmente hay tramos de cientos de kilómetros en proceso de conversión en carretera asfaltada. Algunos de los estados que recorre (Amazonas, Pará,Tocantins) se encuentran entre los menos densamente poblados de Brasil, por lo que se encuentran franjas de carretera de cientos de kilómetros sin apenas pueblos o infraestructuras, sólo selva. La parte final de la vía (los últimos mil y pico kilómetros) permanece totalmente sin asfaltar, lo que dificulta o incluso impide la circulación en la época de lluvias (de octubre a marzo) y convierte la carretera en un circuito de resistencia plagado de baches, hoyos y agujeros capaz de desguazar los amortiguadores de cualquier vehículo. La carretera se completará con un último tramo hasta de casi mil kilómetros hasta el pueblo de Benjamin Constant, en la frontera con Perú.
Sobre estas líneas, mapa de la Transamazónica tomado de la web ministerial brasileña (clic en la imagen para ampliar). Debajo, un par de imágenes, la primera en el estado de Pará (© Eiji Matsumoto), y la segunda en Santo Antonio de Matupi, Amazonas, una localidad a 180 kilómetros de cualquier otra, creada de la nada en los 90 gracias a los incentivos del gobierno brasileño para nuevos colonos (© Gilbert Baes). Se puede encontrar una galería de fotos del lamentable estado de la Transamazónica en la época de lluvias en acidcow.
4.- La carretera de los Huesos, Rusia. Es con toda probabilidad una de las carreteras más siniestras del mundo. Si en las pelis de miedo norteamericanas suceden cosas horrendas a quienes se alojan en una casa construída sobre un (música inquietante) cementerio indio (fin de la música inquietante), circular sobre esta carretera sería garantía de fallecimiento horrendo para cualquier osado viajero. Y es que bajo el barro y el asfalto de los 2.300 kilómetros de longitud de la M56 (su nombre oficial) se escondenlos huesos de decenas de miles de prisioneros del Gulag soviético que fallecieron construyendo la ruta en condiciones de pura esclavitud, en la época más dura del estalinismo. El camino, que discurre a través de la gélida región de Kolymá, une las ciudades deYakutsk y Magadán. Sólo los 200 km. más cercanos a Magadán están asfaltados, el resto no pasa de ser una pista forestal, completamente intransitable hasta hace un par de años. Aún existen puentes en estado lamentable, y zonas que es mejor no recorrer en días de lluvia si uno no quiere acabar atascado en el barro. Dos de los pueblos de la ruta (Oimiakón y Tomtor) reclaman para sí un récord glacial: el lugar más frío de la Tierra fuera de la Antártida. La temperatura media de cualquiera de ellos en enero está por debajo de los cuarenta bajo cero. En verano, se recomienda no acampar al aire libre, por los osos pardos. La ruta también atraviesa la ciudad fantasma de Kadykchan. Una joya entre las carreteras. (Más info: 1, 2, 3)
Imagen de una expedición checa de 2009, a más de 1.500 kilómetros de Magadán. Debajo, la carretera en invierno. Más abajo, otra expedición tanteando el deplorable estado de los puentes.
3.- La carretera de Ann Beadell, Australia. De entre todas las carreteras y pistas solitarias de Australia, se hace difícil escogeruna que sea la más solitaria, la menos transitada o la más remota. La carretera de Anne Beadell (llamada así por la esposa del constructor, Len Beadell) cumple de sobra cualquier requisito para estar en esta lista. Su longitud es de 1.350 kilómetros, todos ellos sin asfaltar, que discurren entre los pueblos de Laverton y Coober Pedy, sin ningún otro pueblo entre medias. Una gasolinera gestionada por aborígenes (Ilkulka) es el único contacto con algo remotamente parecido a la civilización que el viajero podrá encontrar en toda la interminable extensión de la pista, que, por cierto, tardará seis días en recorrer.
Mapa de la ruta de Anne Beadell. Debajo, un avión estrellado en mitad del camino (no murió nadie en el accidente). Es uno de los hitos obligatorios en la pista desértica, en él hay hasta un libro de visitas. Más abajo aún, una vista del camino cerca de la gasolinera (fuente).
2.- La Ruta Nacional 40, Argentina. La Ruta 40 es el equivalente argentino de la Ruta 66 americana. Recorre más de cinco mil kilómetros de norte a sur, atravesando hasta once provincias, desde la frontera con Bolivia hasta casi la Tierra del Fuego. El gobierno argentino, a lo largo de la pasada década, realizó una importante inversión en la infraestructura y también en promoción, con el objetivo de convertir la ruta en un destino turístico importante en el país. A lo largo de su inmensa extensión recorre desiertos y ciudades, maravillas naturales, varios parques nacionales y, sobre todo en su tránsito por la Patagonia, desmesuradas extensiones vacías. La carretera está pavimentada en gran parte de su longitud, excepto en la parte sur, donde atraviesa regiones despobladas y pueden encontrarse tramos de más de doscientos kilómetros completamente vacíos salvo por la propia carretera.
Sobre estas líneas, la Ruta 40 a su paso por la Patagonia (©Susicolorada). Debajo, el kilómetro 4406 de la carretera, en la provincia de Salta (© Anthony Letmon) Más abajo aún, el kilómetro el remoto pueblo de Bajo Caracoles, 33 habitantes, en la provincia de Santa Cruz (foto tomada de un hilo de Skyscraper City, donde se pueden encontrar muchas más de la misma carretera)
1.- La carretera Trans Taiga, Canadá. La Trans Taiga es una carretera tan extremadamente aislada que sólo para empezar a recorrerla hay que atravesar otra igual de aislada que ella. La ruta que encabeza nuestra particular clasificación de quintopinismosobre ruedas comienza en el kilómetro 540 de la James Bay Road,una carretera de más de 600 kilómetros de largo con una única estación de servicio en todo su recorrido. Desde ese punto hasta el territorio deshabitado de Caniapiscau hay 666 kilómetros de nada en absoluto, excepto vastísimos bosques boreales. La carretera fue construida por Hydro Quebec como vía de mantenimiento para el gigantesco James Bay Project, una serie de estaciones hidroeléctricas situadas al norte de la provincia de Quebec. Una única gasolinera, a nada menos que 380 kilómetros de distancia desde el inicio, sirve de refugio para el viajero. La gasolina allí, es fácil de imaginar, es salvajemente cara.
Aterradora señal en la James Bay Road cerca de la intersección con la Trans Taiga (fuente). Ambas carreteras discurren por el territorio de Baie-James, que los lectores más asiduos recordarán por ser uno de los más grandes del planeta. Debajo, el precio de la gasolina en la única gasolinera del recorrido: 1,80 dólares canadienses, un 80% más de lo que costaba de media en Canadá un litro de sin plomo en agosto de 2010, fecha de la foto (fuente: AxelRD)
Unos pocos campamentos de empleados de Hydro Quebec y algún que otro refugio de cazadores son los hitos de la interminable carretera. No hay cobertura de móvil en todo el recorrido (al igual que en la James Bay), y apenas media docena de teléfonos de emergencia sirven a los 666 kilómetros de grava, por lo que un simple pinchazo puede suponer la ruina en el mejor de los casos (¿cuánto cuesta fletar una avioneta con neumáticos nuevos para llevarlos al medio de la nada? Mucho) y poco menos que la muerte en el peor. En invierno se alcanzan temperaturas de cuarenta bajo cero, y pueden pasar no horas, sino días hasta que otro vehículo aparezca por el lugar. Una vez alcanzado el final de la carretera lo único que se puede hacer es volver. La carretera termina en mitad de ninguna parte, a más de setecientos kilómetros del pueblo más cercano, Radisson, que, dicho sea de paso, no es más que un campamento de la compañía eléctrica de poco más de doscientos habitantes. Para llegar al final del recorrido (y volver) hace falta conducir más de seiscientos kilómetros sin repostar y sin ver nada remotamente parecido a la civilización. Lo que más se disfruta en la Trans Taiga es, sin duda alguna, el silencio.
Visto en Fronterasblog.
Increíble artículo, me lo he leído enterito!
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