Imagina una situación ficticia. Llevas tres horas vagando por el desierto con un calor sofocante y estás sediento. De repente, te encuentras con una tienda que vende diamantes por un euro y botellas de agua por cien euros. ¿Qué comprarías en esa tienda? Posiblemente, aun pensando que el precio de los diamantes es una ganga, comprarías la botella de agua.
En ese momento la botella de agua te ha reportado la utilidad de cubrir una necesidad básica, la sed, que no te satisfarían cien diamantes, y por eso decides pagar cien euros por una botella de agua que no un euro por un diamante. Es por esto por lo que en muchas ocasiones los economistas se hacen esa pregunta, ¿por qué son más caros los diamantes que el agua si el agua es necesaria para sobrevivir, y los diamantes no? Adam Smith lo resumía de manera brillante:
Nada es más útil que el agua; pero ésta no comprará nada; nada de valor puede ser intercambiado por ella. Un diamante, por el contrario, tiene escaso valor de uso; pero una gran cantidad de otros bienes pueden ser frecuentemente intercambiados por este.
El precio de un bien y su utilidad marginal
El valor de un bien no es siempre el mismo. Depende de ciertas circunstancias y del valor que le den los individuos, independientemente de que sea necesario para sobrevivir o no. Y este valor que le damos a las cosas depende de lo abundante y disponible que esté. Por ejemplo, el agua es muy abundante en España, y por eso no es necesario pagar mucho por él. En cambio, será más caro cuando sea un bien escaso.
De la misma manera, el aire está disponible en la atmósfera para todas las personas y seres vivos, y por eso es gratis. Sin embargo, hay situaciones en las que tendremos que pagar por disponer de aire aire. Pensemos en los buzos que descienden al mar o los alpinistas que tienen que subir a una montaña a gran altitud. Se paga por el aire porque es un bien escaso, y por tanto compran tanques de oxígeno.
Al enfrentarse con el problema de qué valor debe atribuirse a un bien, resolveremos de acuerdo con el valor correspondiente al cometido o prioridad de menor interés que atendería si tuviera a su disposición una cantidad abundante de ese bien, que en economía llamamos utilidad marginal, y que decrece a medida que hacemos uso de ese bien.
Si, por ejemplo, disponemos de cinco litros de agua, primero las usaremos para calmar nuestra sed, luego para lavarnos, después para dar de beber a nuestro perro, para regar las plantas y por último para lavar nuestro coche, imaginando que hemos usado un litro para cada acción. Lavar el coche sería la acción que nos reportaría menor utilidad, y por tanto la que damos menor valor.
Sin embargo, es posible que solo podamos disponer de una unidad de diamante, que utilizaremos para dar una gran sorpresa a nuestra pareja, o quien sabe, pedirle matrimonio. En términos de utilidad, será más importante para nosotros regalar un trozo de piedra preciosa que lavar nuestro coche, y por tanto el valor que le damos al diamante es mucho mayor que a cinco litros de agua. Por tanto, el valor relativo de un bien respecto de otro depende del valor que le demos a la última unidad que dispongamos de cada uno de ellos.
¿Por qué ha sido objeto de estudio?
Lo que realmente desconcertaba a algunos economistas clásicos era el hecho de no entender por qué alguien iba a querer intercambiar agua por diamantes, si el agua es imprescindible para la vida, y los diamantes no. Pero claro, ellos partían de la base de intercambiar toda la cantidad de agua de la que disponíamos por toda la cantidad de diamantes.
En este caso, quizá nadie se plantearía vender agua por diamantes, ya que todos preferiremos no morir de sed antes que tener unas cuantas piedras preciosas en nuestro poder. Pero en la realidad nunca ocurre esto; el hombre hace su elección entre una cierta cantidad de un bien y una cierta cantidad de otro bien, y al ser algunos bienes tan abundantes, no es necesario renunciar a toda la cantidad de agua.
Por esto los diamantes son más caros que el agua. La paradoja del valor ha sido materia de estudio desde la época de Adam Smith, allá por el S. XVIII, y aún lo es a día de hoy, pero parece claro que la utilidad marginal y la abundancia de un bien son una de las respuestas a esta paradoja,
Visto en ennaranja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.